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Caída del dólar hace sospechar que los inversionistas podrían estar perdiendo confianza en EU

Entre las amenazas que los aranceles representan para la economía de Estados Unidos, ninguna podría ser tan extraña como la venta masiva del dólar.
Las monedas suben y bajan todo el tiempo debido a temores de inflación, movimientos de los bancos centrales y otros factores. Pero a los economistas les preocupa que la sorprendente caída reciente del dólar refleje algo más inquietante en un momento en que el presidente Donald Trump intenta remodelar el comercio global: una pérdida de confianza en Estados Unidos.
La predominancia del dólar en el comercio transfronterizo y como refugio seguro ha sido fomentada por gobiernos de ambos partidos durante décadas porque ayuda a mantener bajos los costos de endeudamiento de Estados Unidos y le permite a Washington proyectar poder en el extranjero, enormes ventajas que podrían desaparecer si la fe en el país resultara dañada.
«La confianza global y la dependencia en el dólar se construyeron durante medio siglo o más», afirma Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California, campus Berkeley. «Pero se pueden perder en un abrir y cerrar de ojos».
Desde mediados de enero, el dólar ha caído 9% frente a una serie de monedas, un desplome raro y pronunciado, a su nivel más bajo en tres años.
Muchos inversores asustados por Trump no creen que el dólar sea desplazado rápidamente de su posición como la moneda de reserva mundial, sino que más bien prevén un declive lento. Pero incluso eso es lo suficientemente atemorizante, dados los beneficios que se perderían.
Gran parte de los bienes del mundo se intercambian en dólares, ante lo cual la demanda de la moneda se ha mantenido fuerte incluso mientras Washington ha duplicado la deuda federal en una docena de años y hace otras cosas que normalmente harían huir a los inversores. Eso le ha permitido al gobierno estadounidense, a los consumidores y a las empresas pedir prestado a tasas anormalmente bajas, lo que ha ayudado a acelerar el crecimiento económico y elevar los estándares de vida.
El predominio del dólar también le permite a Estados Unidos presionar a otros países como Venezuela, Irán y Rusia al excluirlos de una moneda que necesitan para comprar y vender con otros.
Ahora ese «privilegio exorbitante», como lo llaman los economistas, está repentinamente en riesgo.
La caída del dólar es extraña
«Las propiedades de refugio seguro del dólar están siendo erosionadas», hizo notar Deutsche Bank en una nota a sus clientes este mes, advirtiéndoles de una «crisis de confianza». Y un informe más cauto de Capital Economics añadió: «Ya no es una hipérbole decir que el estatus del dólar de moneda de reserva y su papel predominante más amplio están en cuestión, cuando menos hasta cierto punto».
Tradicionalmente, el dólar se fortalecería a medida que los aranceles hunden la demanda de productos extranjeros.
Pero el dólar no sólo no se fortaleció esta vez, sino que cayó, desconcertando a los economistas y perjudicando a los consumidores. El billete verde perdió más del 5% frente al euro y la libra, y 6% ante el yen desde los primeros días de abril.
Según sabe cualquier viajero estadounidense en el extranjero, se puede comprar más con un dólar fuerte y menos con uno débil. Ahora el precio del vino francés y los productos electrónicos surcoreanos y una serie de otras importaciones podrían costar más no sólo debido a los aranceles, sino también a una moneda más débil.
Y cualquier pérdida de estatus de refugio seguro podría afectar a los consumidores estadounidenses de otra manera: tasas más altas para hipotecas y acuerdos de financiamiento de automóviles, ya que los prestamistas exigen más interés por el riesgo adicional.
Problemas de deuda federal
Más preocupante es la posibilidad de tasas de interés más elevadas sobre la creciente deuda federal de Estados Unidos, que ya se encuentra en un riesgoso 120% de la producción económica anual del país.
«En la mayoría de los países con esa deuda en relación al PIB ello sería causa de una gran crisis, y la única razón por la que nos salimos con la nuestra es que el mundo necesita dólares para comerciar», dice Benn Steil, economista del Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de investigación sin fines de lucro. «En un momento dado, las personas van a examinar seriamente alternativas al dólar».
Ya lo han hecho, con un poco de ayuda de un rival económico de Estados Unidos.
China ha estado estableciendo acuerdos de comercio con Brasil a pagar sólo en yuanes para productos agrícolas, con Rusia para petróleo y con Corea del Sur para otros bienes desde hace años. También ha estado otorgando préstamos en yuanes a bancos centrales desesperados por tener efectivo en Argentina, Pakistán y otros países, reemplazando al dólar como el financiador de emergencia de último recurso.
Las criptomonedas podrían ser otra posible alternativa a Estados Unidos en los próximos años, si es que su mercado crece.
En su carta anual a los accionistas sobre el predominio del dólar, el presidente de BlackRock, Larry Fink, señaló: «Si los déficits siguen aumentando, Estados Unidos corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como Bitcoin».
No todo el mundo está convencido de que una gran razón por la que el dólar esté cayendo es la pérdida de fe en Estados Unidos.
Steve Ricchiuto, economista de Mizuho Financial, una empresa de servicios financieros, dice que la debilidad del dólar refleja la expectativa de que haya mayor inflación debido a los aranceles. Pero incluso si los inversionistas no se sienten tan cómodos teniendo dólares, observa, realmente no tienen muchas opciones. Ninguna otra moneda ni otro activo, como el yuan o el bitcoin o el oro, es lo suficientemente vasto para manejar toda la demanda.
«Estados Unidos perderá la moneda de reserva cuando haya alguien ahí fuera para quitársela», señala Ricchiuto. «En la actualidad no hay una alternativa».
Política errática asusta a los inversores
Tal vez así sea, pero Trump está poniendo a prueba los límites.
No son sólo los aranceles, sino la forma errática en que los ha implementado. La imprevisibilidad hace que Estados Unidos parezca menos estable, menos confiable y un lugar menos seguro para su dinero.
Hay también preguntas sobre su lógica para justificar esa política. Trump dice que los aranceles de Washington reducirán los déficits comerciales, los cuales alega son evidencia de que los países están «estafando» a Estados Unidos. Pero al calcular los aranceles, sólo tomó en cuenta los déficits comerciales en bienes, no en servicios, en los que los estadounidenses sobresalen. De cualquier manera, la mayoría de los economistas creen que los déficits comerciales no son un signo de debilidad nacional, porque no hacen nada para impedir el crecimiento económico y la prosperidad.
Trump también ha amenazado repetidas veces con socavar la independencia de la Reserva Federal, lo que ha incrementado los temores de que obligará a bajar las tasas de interés para impulsar la economía, incluso si al hacerlo se arriesga a azuzar una inflación descontrolada. Esa es una forma segura de hacer que la gente huya del dólar. Después de que el presidente de la Fed, Jerome Powell, dijera el miércoles que aguardaría para hacer cualquier movimiento de tasas, Trump lo criticó, diciendo: «¡La destitución de Powell debe ocurrir lo más pronto posible!».
Los economistas que critican el anuncio de aranceles de Trump el 2 de abril recuerdan otro evento, la Guerra del Sinaí de 1956, que causó el desplome de la libra esterlina. El ataque militar a Egipto fue mal planificado y mal ejecutado, y puso al descubierto la incompetencia política británica, que hundió la confianza en el país. La libra cayó bruscamente, y la posición que había tenido durante siglos de ser la moneda predominante para el comercio y la reserva se desmoronó.
Eichengreen de Berkeley dice que el Día de la Liberación —el nombre que Trump le dio al 2 de abril— podría ser recordado como un punto de inflexión similar si el presidente no tiene cuidado.
“Este es el primer paso por una pendiente resbaladiza en la que se pierde la confianza internacional en el dólar estadounidense”, advirtió
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TENSIÓN EN POZA RICA

A S I E S !
Por Mario NORIEGA VILLANUEVA
Parece nada pero que Poza Rica está en tensión porque puede ser objeto de un nuevo fraude electoral, eso, mi quien lo dude y conforme a lo que se dice en Xalapa y concretamente en el Consejo Estatal del organismo público local electoral desde donde se dio la orden de posponer para el sábado 7 de este mes, los casos que se ven «difíciles», sin más ni más, solo están creando un conflicto social que hoy con un presunto fraude que se ventila, hizo pensar a la ciudadanía que esa fue una jugarreta esperando que el pueblo estalle, para tomar otro tipo de medidas e imponerse sobre la voluntad de una mayoría de votantes.
En verdad, deseamos y pedimos que no se vaya a provocar uns situación de gravedad, a lo que contrariamente se dio en el consejo municipal del OPLE desde los resultados preliminares y hasta la lectura final del total de la votación, con el triunfo al MC pero hubo por ahí «algo» que hizo anunciar otra cosa muy diferente a lo mandatado por los votantes que así como en tiempos del PRI, determinaron por sobre el voto mayoritario, se llevaran los paquetes electorales a , Xalapa, donde generalmente se tuercen los resultados para imponer a quien les ordenan «de arriba» que así se haga sin importarles las reacciones que una mala decisión puede causar, total a ellos no les importa nada que no sea salirse con la suya.
Esta vez sin embargo, el pueblo que decidió el domingo primero de este junio, a quien quiere para presidente municipal, se muestra muy molesto y decidido como nunca antes cuando lo tenían dominado y se hacía lo que sus enemigos quisieron.
Por eso la tensión puede estallar porque los votantes defenderán su sufragio, ante todo y es a lo que nadie que actúe con honradez, pudiera querer.
Sugerencias, criticas y comentarios; marionoriegav8@gmsil.com
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Trump pierde a jueces

Opinión de José Carreño Figueras | El Heraldo de México |
El debate en torno a jueces politizados, partisanos o ideologizados ocurre en todo el mundo, especialmente en México luego de la elección judicial del domingo, pero se da también en momentos en que se registra un creciente distanciamiento entre el presidente Donald Trump y el Poder Judicial en Estados Unidos.
La sorpresa no está en los choques de Trump con jueces liberales, sino sus cada vez más frecuentes choques con jueces conservadores, incluso muchos que él mismo nombró durante su primer mandato (2016-2020), y que siguen una doctrina literal de aplicación de la letra de la ley sin consideraciones políticas. En el papel Trump, parecería estar en una situación muy favorable: disfruta de una ventaja considerable en los tribunales federales, especialmente la Suprema Corte.
De aquellos, 1,700 en total, nombró ya a 234, pero de los nueve jueces supremos, seis son conservadores, incluso tres designados por él, y tres son considerados como liberales. Trump, sin embargo, parece convencido de que esa situación le permite manejarse con «manga ancha» y prescindir de la supervisión judicial o, simplemente, tener su acuerdo de antemano.
Pero no ha sido así. De acuerdo con Paul Collins, profesor de Estudios Legales y Políticos de la Universidad de Massachussetts-Armherst, «aunque pueda parecer extraño que los jueces nombrados por Trump estén fallando en su contra, en realidad no lo es tanto. En cambio, es un ejemplo de lo que sucede cuando un presidente se extralimita en su autoridad y adopta posturas legales que ni siquiera sus propios jueces designados pueden respaldar». De hecho, parece una conclusión compartida por analistas conservadores, no necesariamente pro-Trump.
Durante su primer régimen, Trump se apoyó en las recomendaciones de la Sociedad Federalista, un grupo de abogados de ideología conservadora, que presenta ahora como empeñada en adelantar por separado sus propias ambiciones y agenda en vez de las posiciones del gobierno.
Pero la agrupación fundada en 1982 ha sido definida como una agrupación «organizada más en torno a un enfoque judicial compartido que a lealtades personales» y renuente a la intimidación. «Es probable que los jueces simpatizantes de la Sociedad Federalista perciban el ataque de Trump como lo que realmente es: un rechazo a la idea de que incluso los jueces afines deberían poder frenarlo, y una promesa de no nombrar más que aduladores sin principios en el futuro», aseguró el analista Andrew Egger, de la publicación conservadora cibernética The Bulwark (El Baluarte).
Trump, sin embargo, ha tenido triunfos significativos, como el apoyo que el año pasado le dio la Suprema Corte al aprobar una redefinición del concepto de inmunidad presidencial que le permitió cubrirse legalmente y escapar a acusaciones sobre su presunta responsabilidad en el motín del seis de enero de 2021. Para Trump no es suficiente ahora que sus decisiones enfrenten rechazo judicial a decisiones sobre universidades, despidos del gobierno federal, deportaciones masivas y tácticas policiales de mano dura.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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Mundial 2026. La magistral jugada estadounidense… y México de comparsa

Opinión de Eduardo Gaytán Mendieta | Expansión |
Exactamente dentro de un año el balón rodará en el Mundial de 2026. Una Copa del Mundo histórica, sí, pero no por las razones que en México nos quieren vender. Nos han repetido hasta el hartazgo que seremos la primera nación en organizar tres Mundiales. Lo que no dicen es que esta tercera vez seremos apenas un actor de reparto; no el protagonista, ni siquiera el antagonista. México aparece como comparsa de una jugada maestra de negocios, concebida y ejecutada con precisión quirúrgica por Estados Unidos.
La candidatura “United 2026” fue una estrategia brillante en la que el país de las barras y las estrellas no solo consiguió quedarse con el pastel, sino además hacer que México le ayudara a hornearlo. Y claro, de paso y con gusto compartir algunas migajas. Estados Unidos aprovechó la pasión futbolera de nuestro país, su peso simbólico ante la FIFA y su condición de puente cultural con América Latina para construir una candidatura irrefutable. ¿El resultado? 78 de los 104 partidos se jugarán en suelo estadounidense. Canadá, un país sin tradición futbolera, tendrá 13, y México, el único de los tres con fútbol en las venas, 13 también; dicho sea de paso, ninguno más allá de los octavos de final. Lo repito para que quede claro: ningún partido de cuartos, semifinales y mucho menos la final se jugará en México. La gran fiesta del fútbol pasará por nuestro territorio como un desfile de luces del que apenas veremos el reflejo. Ah, pero claro, tenemos la inauguración; premio de consolación. Realidad brutal para quienes aún creen que México “co-organiza” el Mundial. Esto suena bien en discursos políticos y spots promocionales, pero no resiste un análisis serio. No hay co-organización posible cuando uno pone los estadios, los aficionados y la pasión, y el otro se queda con los negocios, el calendario y la gloria. Estados Unidos no compartirá el Mundial: lo administrará. Cuando de negocio se trata, ellos mandan. Y el negocio es monumental. Con la expansión a 48 selecciones, el torneo pasará de 64 a 104 partidos, incrementando los ingresos por derechos televisivos, patrocinadores y venta de boletos de forma exponencial. Con la venta de entradas y derechos de transmisión generará más de 7,000 millones de dólares (2.5 veces el PIB de Belice), según estimaciones preliminares. El 75% de esos partidos, con su respectivo valor comercial, se jugarán en nuestro vecino país del norte; lo demás es utilería. Canadá y México son apenas escenografía, piezas necesarias para dar credibilidad a una propuesta que, sin ellos, habría sido (probablemente) rechazada por la FIFA ante las nuevas exigencias geopolíticas de inclusión regional. Y mientras que, ciudades como Nueva York o Los Ángeles se frotan las manos para cada una recibir una derrama cercana a los 500 millones de dólares, en México ya comenzaron las alertas, especialmente con el hospedaje. La Ciudad de México, que recibirá apenas cinco partidos, espera a cinco millones de visitantes; una cifra que rebasa por mucho la capacidad hotelera de 54,000 habitaciones disponibles, (de acuerdo con la Asociación de Hoteles de la Ciudad de México). ¿Estamos preparados? ¿Tenemos la infraestructura, la movilidad, la seguridad, los servicios para responder a esa demanda? La respuesta, incómoda pero necesaria es: no. México tiene estadios, sí. Tres grandes sedes: el Estadio Azteca, (aún en remodelación y una prohibición de cambio de nombre por parte de la FIFA, por cierto), el BBVA en Monterrey y el Akron en Guadalajara, pero mostró muy poco músculo político y económico para influir en el diseño del torneo, y bajó la voz en la repartición de los partidos clave. No es un Mundial compartido. Es el Mundial estadounidense, con licencia simbólica para que México presuma ser “triple sede histórica”. El resto es marketing. La narrativa triunfalista que desde ya promueven autoridades y medios de comunicación es, en el mejor de los casos, ingenua; en el peor, cínica. Nos vendieron una fiesta que no organizamos. Nos prestaron una etiqueta que no nos pertenece. Y ahora, nos piden que celebremos como si verdaderamente fuéramos protagonistas.
México debe aspirar a mucho más. Si íbamos a compartir la Copa, debimos negociar en serio. Elevar considerablemente el número de partidos, exigir ronda de cuartos y semifinales, garantizar beneficios comerciales tangibles, asegurarnos una porción real del control organizativo. No se hizo. Y hoy, a 12 meses del silbatazo inicial, solo queda la parafernalia. El Mundial de 2026 será un éxito…para Estados Unidos que entendió perfectamente el valor comercial del futbol, y que supo usar a México como palanca emocional para acceder a él. A nosotros nos toca mirar, aplaudir… y pagar la cuenta. El futbol es negocio. Y en este negocio nos tocó ser extras. ______ Nota del editor: Eduardo Gaytán Mendieta (X: @legaytane) es un comunicólogo y estratega en medios de comunicación, CEO y fundador de la agencia E3 Media. Ha colaborado en diversos medios de comunicación como Imagen Televisión, Televisión Mexiquense y el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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