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El cerebro detrás de Xóchitl

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Opinión de Raymundo Riva Palacio /

El tiempo se le está agotando a Xóchitl Gálvez para convertirse en una candidata presidencial competitiva. Y se no se trata de la diferencia que le lleva Claudia Sheinbaum en las encuestas publicadas, porque no deben tomarse como referencia. Por un lado, porque diferencias similares en anteriores elecciones presidenciales no determinaron el resultado de la elección, y por el otro, más importante aún, porque las encuestas han dejado de servir como termómetro al haberlas pervertido los actores políticos que contratan casas demoscópicas y hacen encuestas a modo para ir construyendo la idea de la inevitabilidad del triunfo de quien es la o el cliente, o para neutralizar la manipulación de las percepciones. Dicho esto, Gálvez tiene que hacer su tarea, porque hasta ahora, va reprobada.

Mucha espuma se ha generado con el nombramiento de su equipo, pero como en el caso de su adversaria, ese grupo de notables -y unos no tanto- ayuda a desdoblar el trabajo hacia fuera pero no crea la arquitectura de la campaña ni dirige su curso. El equipo que está en déficit con Gálvez es el que trabaja en el cuarto de guerra desarrollando la estrategia y las líneas generales que la candidata. Ahí es donde se encuentra su boquete y donde se está cavando su tumba electoral.

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El gran problema de Gálvez, de acuerdo con personas que colaboraron en el cuarto de guerra o tiene conocimiento de lo que sucede ahí, es que a la única persona a quien le cree absolutamente todo, que le tiene una confianza tan ciega como desmedida pese a los malos resultados que ha producido, es Víctor Covarrubias, a quien todos conocen como Pico Covarrubias, un reconocido, premiado y muy exitoso publicista comercial, que en el campo electoral, en el cual incursionó hace casi un cuarto de siglo en la campaña fallida de Victoriano Delfín para la presidencia municipal de Tierra Blanca, Veracruz, es un perdedor.

Pico Covarrubias comenzó como diseñador en el periódico unomásuno, cuando era dirigido por Luis Gutiérrez, y se vinculó con Gálvez en la campaña para la gubernatura de Hidalgo de la priista Carolina Viggiano, quien se lo recomendó de manera superlativa. “Le dijo que no le creyera a nadie salvo a él”, cuenta una persona que estuvo cerca de esa campaña. Viggiano perdió la elección ante el candidato de Morena, Julio Menchaca, por más de 30 puntos de diferencia, pero Gálvez, que no suele escuchar opiniones diferentes a aquellas con las que está casada, no reparó en la pésima campaña del publicista.

Tampoco atendió sus antecedentes. Estuvo en la campaña presidencial y la de la gubernatura en el estado de México de Josefina Vázquez Mota, perdiendo ambas. Fue derrotado en la campaña presidencial de Ricardo Anaya, y en la de Alejandra del Moral, para la gubernatura del estado de México. ¿No deberían de ser suficientes razones para que Gálvez, al menos, revisara críticamente si la apuesta por él como estratega es la correcta? Cualquiera pensaría que sí, pero Gálvez no.

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Covarrubias ha estado detrás de iniciativas mediáticas, vistosas pero huecas, como cuando Gálvez se puso una botarga de dinosaurio para protestar en el Senado contra la reforma electoral. Ha tenido algunos aciertos importantes, como sugerirle a Gálvez que se fuera en bicicleta a Palacio Nacional y exigiera al Presidente el derecho de réplica por imputaciones falsas que dijo sobre ella, lo que fue trampolín para que saltara de su aspiración a gobernar la Ciudad de México, a gobernar el país. Enseguida salieron spots muy bien producidos para remachar la intransigencia del presidente y la “X” con los dedos, para establecer un primer símbolo de identificación con Xóchitl Gálvez.

Casi un mes después de la irrupción sonora en el escenario nacional y convertirse en catalizador del anti lópezobradorismo, el Instituto Nacional Electoral le ordenó al Presidente evitar cualquier pronunciamiento sobre Gálvez, lo que cambió la dinámica del conflicto entre los dos, que hasta ese momento le había redituado mayoritariamente a ella, aunque en el mediano plazo, las críticas que recibió le generaron negativos en la opinión pública que aún no logra sacudirse.

La alteración de esa dialéctica no provocó cambios significativos en la estrategia de Covarrubias. Entregada al publicista, ha permitido que toda su campaña gire en torno a ella y su historia. El spot donde habla de su biografía, cuyos elementos centrales fueron muy importantes en las semanas de confrontación con Andrés Manuel López Obrador porque le arrebató sus banderas -mujer, de origen indígena, de pasado humilde que sufrió la pobreza y trabajó para superarse- dejó de ser relevante, pero la línea discursiva de su mensaje se mantiene. Eso ya no alcanza.

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Gálvez tenía buenos reflejos, pero los ha ido perdiendo. La candidata que fue disruptiva en un principio, ya no lo es. La que tenía frescura, se está secando. Su voz no tiene fuerza. Pero lo más importante en lo que han fallado, es en responder la pregunta: ¿por qué habría que votar por Xóchitl Gálvez? Decir que para sacar a Morena del poder y que Sheinbaum administrará los intereses y objetivos de López Obrador, no es suficiente. Su adversaria sí ha respondido esa pregunta: habrá continuidad con cambio.

La candidata sigue enredada con López Obrador y recién reorientó sus críticas a Sheinbaum, pero con enunciados y declaraciones, vacía de contenido, agresividad y sorpresa, sin explicar lo que significa la continuidad. No ha logrado Covarrubias cambiar el destino de su campaña, que apunta al despeñadero, pero esta percepción no es compartida por Gálvez, que dice que están haciendo las cosas bien. Vive el paradigma de la rana. Cuando se desbarranque, Covarrubias le dirá, como ha justificado a anteriores clientes, que la derrota fue porque hicieron trampa los otros, les picaron los ojos, les sacaron la lengua y les hicieron todas las trampas posibles.

Habrá nombre y apellido en la derrota, pero no será Covarrubias sino Gálvez, que, como Vázquez Mota, Anaya y Del Moral, será quien cargue con las culpas y las responsabilidades que, al final, sí serán de ella.

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rrivapalacio@ejecentral.com.mx

 

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Yunes: el colmilludo que juega con todos

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Opinión de Sofía García | El Heraldo de México |

Como era de esperarse, Miguel Ángel Yunes Márquez no se quedó quieto. Aunque se dice independiente —porque no le quedó otra— opera para varios, en privado, sin importar los colores, y es sabido que no son de fiar, por lo que Morena no puede confiarse. El senador veracruzano ha sostenido reuniones con panistas locales para asegurarles su respaldo en algunos municipios, mientras mantiene canales abiertos con el partido guinda. Tiene un pie en cada lado del río. Colmillo político, le llaman. O conveniencia descarada.

Pero ese juego doble no ha salido gratis. En Veracruz, el chapulineo ha hecho más ruido que las propuestas. En Xalapa, la oposición se desfondó antes de empezar: el PAN y PRI postularon candidatos que, según su propia militancia, no tienen con qué dar la pelea. Maribel Ramírez Topete, exdiputada de Movimiento Ciudadano, es reconocida como buen perfil, pero sin estructura. Y Silvio Lagos, ex diputado federal y notario, arrastra el lastre de su pasado con sus cercanos Fidel Herrera y Javier Duarte.

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En el puerto, Morena apuesta a quitarle el bastión al PAN. Pero el apoyo tácito de Yunes a la 4T fracturó al panismo, abrió grietas internas y dejó a muchos sin brújula. En medio del reacomodo, quien más fuerza ha ganado es la propia gobernadora Rocío Nahle. Tras celebrar el fracaso de Yunes de sumarse oficialmente a Morena, Nahle ha movido sus fichas y colocado a perfiles cercanos en plazas clave. En Boca del Río, impuso a Bertha Ahued, quien además del respaldo del aparato estatal, carga con el apellido de Ricardo Ahued Bardahuil, actual secretario de Gobierno.

El PAN todavía podría retener Boca del Río, pero ya no será un paseo. Morena empieza a hacerles ruido, en un municipio donde antes ni pintaban.

Y mientras la lucha local se tensa, a nivel federal Rocío Nahle enfrenta otro frente: el desastre de Dos Bocas. La refinería estrella del sexenio pasado sigue sin refinar. Tres años después de su “inauguración”, apenas alcanza 48 mil barriles diarios, lejos de los 340 mil prometidos. Y para llegar a esa meta, aún necesita una inversión extra de mil millones de dólares para infraestructura que, en su momento, nadie contempló.

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Incluso la presidenta Claudia Sheinbaum pidió, desde finales del año pasado, auditar, acelerar pagos a proveedores y frenar el despilfarro. La obra, que debía costar 8 mil millones de dólares, ya supera los 20 mil millones. Y el costo político apenas comienza.

FISCALÍA DE SLP AMENAZA A MADRES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA VICARIA

En San Luis Potosí, la Fiscalía no solo ha sido omisa frente a casos de violencia vicaria, también ha amenazado e intimidado a las madres que buscan justicia. Sí, a quienes tienen la custodia legal de sus hijos y que aun así han tenido que salir a las calles porque sus hijos fueron sustraídos por sus exparejas.

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Mujeres marcharon en la capital potosina

para exigir el regreso de sus hijos, quienes fueron arrebatados sin que la autoridad actúe. La respuesta de la

 Fiscalía General del Estado de SLP,

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de acuerdo con las víctimas, ha sido con

evasivas legales y, lo más grave, amenazas.

Uno de los casos más recientes es el de

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Ian Yael Escobedo Juárez,

de diez años, sustraído por su padre el 21 de marzo. Su madre,

Daniela Martínez

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, permitió que conviviera con él. No volvió a saber nada de él. La Fiscalía emitió una ficha de búsqueda, sí, pero ha sido incapaz de recuperarlo. Otro, es el caso de

Alanna Sofía Ortiz Guerrero

, de cinco años, quien también fue sustraída el 12 de febrero. La madre y la abuela saben dónde está, lo han denunciado. En plena protesta, con presencia de colectivas y medios, funcionarios de la

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FGJESLP ofrecieron diálogo a puerta cerrada

, desde adentro se menciona que la fiscal

María Manuela García Cázares

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minimiza porque tiene otras prioridades. “Es un problema familiar”, dijo ante la prensa. No. No es un asunto privado.

Es un delito. Tal vez la fiscal no lo sepa.

Nos vemos a las 8 por el 8  POR SOFÍA GARCÍA

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COLABORADORA

@SofiGarciaMX

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La impunidad mexicana

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Opinión de Gustavo Rentería | El Heraldo de México |

La corrupción es un mal que aqueja a prácticamente todas las naciones. El manejo de multimillonarios recursos públicos le ofrece fácilmente a los encumbrados en el poder a quedarse con porcentajes de todo ese dinero utilizado. No estamos diciendo que esté bien, pero la mayoría de los que buscan altas posiciones, no es para trabajar por los demás, no nos chupemos el dedo a estas alturas. Claro, hay honrosas excepciones en todo el orbe.

El verdadero problema es la maldita impunidad. Es decir, quien la hace, aquí no la paga. Un buen ejemplo es el caso Odebrecht. Latinoamérica reaccionó rápidamente y México sigue navegando en la impunidad. Esta región del planeta investigó y castigó; pero aquí, se protegió y nadie pagó los platos rotos.

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Luiz Inácio Lula da Silva (presidente de Brasil) fue condenado en 2017 por recibir dinero en efectivo de funcionarios de la empresa. Se habla de 4 millones de dólares. Su condena fue anulada, pero tuvo que regresar el dinero.

Alejandro Toledo (presidente de Perú) fue condenado, en 2024, a 20 años de prisión por recibir 35 millones de dólares. A cambio, dio concesiones para construir y operar carreteras.

Pedro Pablo Kuczynski (presidente de Perú) vive en arresto domiciliario -por su edad- por lavado de activos para la empresa brasileña.

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Alan García (presidente de Perú) ya fallecido, también recibió sobornos para que Odebrecht construyera el metro de Lima. Se suicidó en abril de 2019, cuando la policía llegó a detenerlo.

Keiko Fujimori (candidata presidencial de Perú) lavó activos y vive en prisión preventiva por recibir 1.2 millones de dólares de la empresa.

Jorge Glas (vicepresidente de Ecuador) 

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fue condenado en 2017 a seis años de prisión. Fue liberado en 2022.

Juan Manuel Santos (presidente de Colombia)

fue acusado por recibir sobornos de la empresa; fue absuelto por falta de pruebas, pero todos los señalan como culpable.

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Ricardo Martinelli (presidente de Panamá)

lavó activos por 6 millones de dólares, a cambio de ofrecer a Odebrecht el metro de la ciudad.

Mauricio Funes (presidente de El Salvador) 

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huyó a Nicaragua acusado de enriquecimiento ilícito gracias a la empresa.

Otto Pérez Molina (presidente de Guatemala)

financió su campaña con 32 millones que llegaron en un avión desde São Paulo. Y

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Ollanta Humala (presidente de Perú)

fue condenado ayer a 15 años de prisión, junto con su esposa, por recibir 3 millones de dólares para financiar su campaña. Aquí en nuestro país,

Emilio Lozoya es el único menso señalado. No quiere abrir la boca.

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¿Ya está claro que en México impera la impunidad?

COLOFÓN:

*Fui testigo del

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Zócalo Ciudadano

#24. La Jefa de Gobierno,

Clara Brugada

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, el Secretario de Gobierno,

César Cravioto

, y prácticamente todo el Gabinete,

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atienden directamente a quien se acerque.

*Hasta el domingo 27 en la CDMX hay un

gran despliegue de seguridad con motivo de la Semana Santa.

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*Casi

15 mil elementos, con 268 vehículos, 40 motos, cinco grúas, 22 ambulancias, y un helicóptero

protegiendo a los turistas.  POR GUSTAVO RENTERÍA

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COLABORADOR

GUSTAVO@GUSARTELECOM.COM.MX            X: @GUSTAVORENTERIA

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La amenaza armada

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Opinión de Mauricio Merino | El Universal |

Me gustaría escribir que no existe la más mínima posibilidad de que el gobierno de los Estados Unidos tenga una incursión militar en México, pero no sería verdad. De hecho, ha sucedido varias veces. No me refiero a la guerra y la invasión de 1846 que terminó, un tristísimo 2 de febrero de 1848, con la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano; ni a la llamada “expedición punitiva” organizada para castigar la incursión de Pancho Villa a Columbus, Nuevo México, en 1916.

No. Hablo de intervenciones mucho más recientes, como la del secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada, que desató la guerra entre bandas enfrentadas que ha bañado de sangre y de zozobra a Sinaloa. No hace mucho, supimos de la operación llamada “rápido y furioso” que distribuyó armas entre organizaciones criminales para rastrear sus usos y destinos y acabó perdiéndoles el rastro y expandiendo la violencia en territorio mexicano. Hoy sabemos que hay drones militares volando sobre México, pero no sabemos para qué ni tampoco qué secuelas vendrán tras ellos.

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Los Estados Unidos siempre han tenido un doble rasero moral para juzgar lo que toleran en su territorio y lo que hacen fuera de él. De hecho, ha sido la única democracia del mundo que ha combatido a otros regímenes igualmente democráticos para hacer prevalecer sus intereses. Ahora que estamos recordando a Eduardo Galeano a diez años de su muerte, bastaría volver a leer Las Venas Abiertas de América Latina para constatar que esas intervenciones americanas (¿antiamericanas?) han sucedido una y otra vez a lo largo de nuestro continente. La democracia más poderosa del planeta ha preferido convivir con dictaduras más o menos sometidas que negociar con otras democracias consolidadas.

Por otra parte, el presidente Donald Trump ha mostrado que es un ludópata del poder y la política. Su afición por los casinos es una metáfora de su forma de entender el mundo: para él, todo es un juego que gana quien apuesta con más fuerza y convicción porque sabe esgrimir sus “leverage” (su influencia, sus palancas, su poder). Hasta ahora, sus fichas se han ceñido al tablero de los aranceles. Pero ya anticipó hasta dónde estaría dispuesto a llegar al designar a seis cárteles mexicanos como organizaciones terroristas internacionales y revelar, con desparpajo, que la Casa Blanca no ha descartado ninguna opción para enfrentar a esas organizaciones a quienes se culpa del tráfico de fentanilo.

Si el presidente Trump decidiera intervenir con armas para detener a algunos capos de los cárteles o para destruir laboratorios, casas de seguridad o campos de adiestramiento en territorio mexicano, pondría al gobierno de Claudia Sheinbaum entre la espada y la pared y nos llevaría, como país y como región, a una situación apenas comparable con las que vivimos en el Siglo XIX. La tecnología de esa intervención violenta sería distinta, pero la motivación y la reacción serían las mismas. En materia de poder, casi nada ha cambiado.

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De ahí que, aunque una decisión de esa magnitud fuese aplaudida por la mayoría en los Estados Unidos, no tengo ninguna duda de que en México sería reprobada de manera casi unánime. De suceder, renacería el nacionalismo de bandera, tequila y canto; y los cárteles, cuya fama pública se ha ido arraigando tanto como sus redes y tentáculos (véase nomás el éxito de los corridos tumbados), podrían acabar convertidos en héroes patrios para el imaginario popular. Y si Trump quisiera insistir en que esa intervención habría respondido a la complicidad entre el gobierno mexicano y las organizaciones criminales, las consecuencias serían funestas.

No es imposible que eso suceda ni que los esfuerzos diplomáticos de México para lidiar con el ludópata sean traicionados. Pero en ese juego, todos acabaríamos perdiendo.

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