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Internacionales

“Listo para lo que viene”: Julio César Chávez Jr. tras salir de prisión

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El boxeador Julio César Chávez Jr. dio sus primeras declaraciones a la prensa tras salir de prisión en Los Ángeles y aseguró que “cada quien tiene lo que se merece”.

Fue la noche del jueves cuando el hijo de Julio César Chávez abandonó la cárcel, luego de que el fin de semana lo detuvieran por portación ilegal de arma de fuego.

“Cada quien tiene lo que se merece, pero estoy bien, gracias a Dios. Estoy bien y listo para lo que viene”, dijo.

Los abogados del boxeador mexicano lograron que un juez le concediera la libertad bajo fianza, después de pasar varios días en la prisión de Valley, en Van Nuys.

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Chávez Jr. reconoció que le dieron un buen trato las autoridades, sin dar más detalles sobre su situación en Estados Unidos.

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“Todo en la vida viene para algo positivo. Puro para adelante”, añadió, además de insistir en que todo está bien.

El hijo del “Gran Campeón Mexicano” pagó 50 mil dólares, además de que tendrá que entrar a un programa de rehabilitación.

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Columnas

China-EU: cuando la guerra comercial deja de ser solo comercial

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Opinión de Mauricio Meschoulam | El Universal |

Hace unos días, un colega preguntaba si una guerra comercial como la que estamos viviendo podía incrementar el riesgo de conflictos armados. En ese momento me apresuré a responder que sí existen casos históricos para respaldar esa posibilidad, pero que no estamos aún en ese punto. Aunque los conflictos entre Estados-Nación han aumentado en la última década, los conflictos entre superpotencias (como China-EU) siguen siendo considerados como riesgos limitados por ahora. Lo que hace la guerra comercial es añadir una gota al vaso. Aunque pasados 10 días de esa conversación sigo pensando de forma similar, también he repensado parcialmente esa respuesta, especialmente tras observar la espiral ascendente, así como la intensidad y agresividad que la confrontación EU-China está adquiriendo en estos días. Todo ello parece exhibir una dinámica con vida propia que, de seguir escalando, podría salirse de las manos de todas las partes. En el texto de hoy explico por qué.

Primero, como ya lo escribí hace poco, lo que estamos viendo en estos momentos entre EU y China se puede entender mejor a través de la teoría de la guerra y la racionalidad bélica, que a través de otros instrumentos explicativos que se limitan al comercio o la economía. Las conductas y dinámicas que estamos observando, tienen que ver con la aplicación de la fuerza, mediante la implementación de tácticas ideadas para exhibir que las partes están dispuestas a seguir aplicando esa fuerza a pesar de los costos que ello conlleve para sus propios países. Ninguno de los dos países, hasta este momento, parece dispuesto a ceder. Algo que en el argot de teoría de juegos se conoce como un “juego de gallina”. Ambos actores saben que el continuar la confrontación resultaría catastrófico, pero ninguno de esos dos actores está dispuesto a conceder dado que ello le humillaría o desprestigiaría. Es decir, tal como ocurre en un conflicto armado, estamos ante una competencia de voluntades y de nervios que activan una lógica de acción-reacción y, por tanto, una espiral ascendente de violencia (entendida la violencia como una forma de interacción humana caracterizada por la agresión, la cual produce daños materiales, psicológicos, simbólicos o estructurales). Las espirales ascendentes frecuentemente adquieren una especie de vida propia y pueden salirse de las manos de los individuos que las activaron.

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Segundo, la rivalidad China-EU va mucho más allá de lo comercial. Estamos hablando de la confrontación creciente entre un poder existente y un poder en ascenso, lo que se conoce como la trampa de Tucídides. Sin embargo, no se trata solo del ascenso material del poder emergente, sino el sentimiento de amenaza percibida dentro de Washington. Para entender esto último, nada mejor que el discurso que pronunció en 2018 el entonces vicepresidente de EU, Mike Pence, en el Instituto Hudson.

Algunos de los aspectos centrales de ese discurso fueron: (1) La concepción de que China está empleando un esfuerzo dirigido desde el gobierno que involucra a toda la administración pública, agencias y ministerios, para conseguir sus intereses de influencia global y específicamente profundizar su influencia en los EU. Esta serie de acciones conducidas desde el Estado, incluye instrumentos políticos, económicos y militares, además de propaganda y una guerra informativa; (b) La concepción de que este esfuerzo proactivo por parte de Beijing para ejercer influencia e interferir en la política interna estadounidense está siendo desplegado como nunca antes en el pasado y de manera cada vez más clara; (c) La concepción de que la búsqueda de influencia china no se limita a su propia región— Asia—sino que pretende expandirse hacia otros continentes; (d) Una visión negativa del déficit comercial de EU a favor de China, así como de iniciativas económicas como el programa Made In China 2025, y de infraestructura global como la Iniciativa Franja y Ruta (BRI); (e) La concepción de que China utiliza el endeudamiento de otros países, el comercio, la inversión y los lazos económicos que tiene para avanzar sus propios intereses, lo que incluye el robo de tecnología, investigación, desarrollo e innovación o la presión en contra de diversos gobiernos, incluidos algunos latinoamericanos, para alinearse con la visión geopolítica y estratégica de Beijing; (e) La idea del riesgo que representa el que China esté aumentando su gasto militar como lo ha hecho en los últimos años, así como el expansionismo en sus mares colindantes; (f) Concretamente, la acusación directa de que Beijing impide las operaciones de “libertad de navegación” y “acosa” a los navíos estadounidenses en “aguas internacionales”; (g) La concepción de China como un estado autoritario, espía, violatorio de los derechos humanos, opresor de las minorías y de su propio pueblo, y (h) De todo lo anterior se sigue la necesidad que tiene Washington de tomar pasos firmes para enfrentar cada una de esas estrategias de Beijing.

Esta percepción, que podríamos considerar ha permeado en distintos grados la mayor parte de los círculos políticos en EU, ha derivado en un consenso bipartidista acerca de que China debe ser contenida (aunque hay muchos matices en las tácticas a ser implementadas). El resultado ha sido no solo una rivalidad sino una confrontación abierta que incluye pero que no se limita a lo comercial. Por ejemplo, la competencia de ambas potencias por espacios de influencia en el mundo, la expansión china en sus mares colindantes y la decisión de Washington de contener esa expansión, además de la ciberguerra y guerra informativa que existe entre ambas potencias. Adicionalmente, desde hace muchos años, las dos superpotencias se encuentran en una carrera tecnológica y armamentista. De hecho, la evaluación que hizo el Pentágono desde 2017, fue que Washington estuvo demasiado tiempo distraída combatiendo al terrorismo (principalmente Al Qaeda e ISIS) y que de no cambiar el curso, Rusia y China bien podrían aventajar a EU en la carrera que señalo. Esto se ha traducido, además de la guerra comercial, en una guerra tecnológica entre ambas potencias.

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En ese entorno podemos entender mejor los casos de Hong Kong y Taiwán. Para Beijing, el modelo de Hong Kong—Un País, Dos Sistemas—era una eventual posible solución que podría ser negociada para Taiwán. Sin embargo, a raíz de los movimientos de protestas masivas de Hong Kong, especialmente el de 2019, y las demandas prodemocracia que Beijing percibía como altamente influenciadas por Occidente, Xi Jinping llegó a la conclusión de que Beijing necesitaba repensar toda la estrategia. China aprobó una nueva ley de seguridad para Hong Kong e implementó una serie de medidas que fueron paulatinamente eliminando las posibilidades democráticas para el territorio. Era plena pandemia y Washington y el mundo estaban atendiendo otro tipo de prioridades, pero con ello, China mostró con claridad su mensaje.

El tema de Taiwán es incluso más sensible para China. Para Beijing, no se trata únicamente de una “isla” que “busca independizarse”. Por razones históricas, se trata del conflicto acerca de quién es realmente el legítimo representante de China. Por tanto, cualquier cuestionamiento de Washington a su propia postura oficial que consiste en la política de “Una sola China (con capital en Beijing)”, como sucede con las visitas de funcionarios estadounidenses a Taiwán, por no hablar del armamento y entrenamiento de EU al ejército taiwanés, se transforma en un tema inmediato de choque, de hecho, el más sensible de todos entre Washington y Beijing.

Así que considerando todo lo anterior, retomo el punto con el que inicié:

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Si la espiral entre EU y China sigue escalando estamos frente a varias posibilidades. Dentro de ellas, existe un escenario en el que China podría sentirse altamente vulnerada por los efectos catastróficos que la guerra comercial podría tener para su economía, pero especialmente podría sentir que las opciones políticas para negociar con Washington se han agotado. En este escenario, China podría incrementar sus acciones expansivas en sus mares colindantes, probando la disposición de Trump a realmente respaldar a aliados con los que tiene pactos militares como Filipinas. Pero, sobre todo, Beijing podría ir paulatinamente incrementando los ejercicios militares—que ya se encuentran en niveles elevados—alrededor de Taiwán, así como sus amagues de bloquear a la isla. En otras palabras, sí hay escenarios plausibles consistentes en que, a partir de los efectos de la guerra comercial, asumiendo que no se llegue a algún acuerdo para detenerla, China incremente el tipo de acciones que tradicionalmente activan en Washington la decisión de contenerla.

La pregunta en estos tiempos sería si Trump tiene la voluntad y disposición de demostrar que EU respondería con determinación ante ese tipo de acciones por parte de Beijing. Sobre todo, considerando que justo el segundo día de ejercicios militares de China en la zona de Taiwán, Trump estaba imponiendo 32% de aranceles precisamente en contra de Taipéi (así como más del 20% en contra de otros aliados de la región como Japón). Si bien una parte de esos aranceles ha sido suspendida por 90 días, lo que ha quedado en esa zona del mundo es un fuerte sentimiento de incertidumbre y desconfianza hacia Trump.

Esa incertidumbre y desconfianza entre los aliados de EU, sumada a la espiral ascendente que se ha activado entre Washington y Beijing, son incentivos perfectos para que China siga adelante con acciones que rebasan el ámbito comercial, y que demuestran su disposición a usar su fuerza militar en su región.

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Esa combinación de factores, es la que incrementa el riesgo de incidentes militares o choques limitados, especialmente si en Washington se toma la decisión de demostrar a China que la máxima superpotencia del mundo, sigue considerando Asia Pacífico como una región prioritaria en lo militar, y sigue determinada a contener la expansión china en esa y otras zonas del mundo.

Para ser claros y repitiendo lo que dije al inicio, las probabilidades de un conflicto armado mayor entre superpotencias nucleares siguen siendo enormemente bajas dados los impensables costos que esas superpotencias tendrían que pagar en caso de desatarse una guerra entre ellas, lo que, en un escenario catastrófico, podría incluir su propia destrucción. Sin embargo, la gota que la guerra comercial está añadiendo al vaso parece ser de una mayor magnitud de lo que inicialmente pensamos, por lo que detener la espiral y la lógica automática de acción-reacción, se vuelve una necesidad que rebasa con mucho al ámbito comercial.

Instagram: @mauriciomesch

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TW: @maurimm

 

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Internacionales

Kevin Costner recibió una lección de humildad de una fan

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«Me di cuenta de que intentaba hablarme»: hace 38 años

Con 70 años de edad y más de la mitad de su vida activa en la industria del cine, Kevin Costner ya es un veterano de Hollywood con una carrera impresionante. Aunque inició sus pasos en la industria a principios de los años 80 no fue hasta 1987 cuando se convirtió en una estrella internacional al unirse al director Brian De Palma para hacer el papel principal de Los intocables.

En este largometraje, hoy considerado de culto, Costner compartió la luz principal con otras dos leyendas del cine: Robert De Niro y Sean Connery. Y aún ahora, a 38 años del estreno de aquella popular cinta, el actor de Yellowstone aún recuerda con humor cierto encuentro que tuvo con una fanática mientras rodaban la película.

En una entrevista con The Hollywood Reporter, Kevin Costner compartió que en alguna ocasión alguien le habría preguntado quién era la estrella más grande con la que había trabajado. «Yo respondí que Sean Connery», dijo el también director de Horizon: Una leyenda americana y continuó con la memoria particular que lo llevó a esta idea.

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«Estaba sentado en Chicago, preparándome para filmar una escena [de Los intocables]. Había una mujer que insistía en llamar mi atención. Ella hablaba, y yo veía que realmente quería hablar conmigo», describió el actor diciendo que después de hacer un par de cosas con las que estaba ocupado finalmente se dirigió a ella:

Pensé: ‘Está bien, voy a acercarme’. me incliné y le dije: ‘¿Sí?’. Ella me miró y preguntó: ‘¿Me puedes conseguir un autógrafo de Sean Connery?’.

La respuesta del actor fue sencilla: «Claro, ahora mismo voy por uno para ti», recordó Costner entre risas. Aquel día, el actor probablemente pensaba que la mujer quería su autógrafo, cuando en realidad era fanática de Connery. Esta pequeña y divertida lección de humildad se ha quedado grabada en la memoria del actor durante casi 40 años.

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Eso sí, después de hacer Los intocables, la carrera de Kevin Costner se alzó aún más a la fama cuando en 1990 alcanzó la consagración definitiva con su primera cinta como director: Danza con lobos, la cual le valió un Oscar a Mejor película y Mejor director. Ahora, su largo trayecto en la industria de cine, le ha permitido financiar su historia de ensueño con las películas de Horizon.

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Columnas

Caída del dólar hace sospechar que los inversionistas podrían estar perdiendo confianza en EU

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Entre las amenazas que los aranceles representan para la economía de Estados Unidos, ninguna podría ser tan extraña como la venta masiva del dólar.

Las monedas suben y bajan todo el tiempo debido a temores de inflación, movimientos de los bancos centrales y otros factores. Pero a los economistas les preocupa que la sorprendente caída reciente del dólar refleje algo más inquietante en un momento en que el presidente Donald Trump intenta remodelar el comercio global: una pérdida de confianza en Estados Unidos.

La predominancia del dólar en el comercio transfronterizo y como refugio seguro ha sido fomentada por gobiernos de ambos partidos durante décadas porque ayuda a mantener bajos los costos de endeudamiento de Estados Unidos y le permite a Washington proyectar poder en el extranjero, enormes ventajas que podrían desaparecer si la fe en el país resultara dañada.

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«La confianza global y la dependencia en el dólar se construyeron durante medio siglo o más», afirma Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California, campus Berkeley. «Pero se pueden perder en un abrir y cerrar de ojos».

Desde mediados de enero, el dólar ha caído 9% frente a una serie de monedas, un desplome raro y pronunciado, a su nivel más bajo en tres años.

Muchos inversores asustados por Trump no creen que el dólar sea desplazado rápidamente de su posición como la moneda de reserva mundial, sino que más bien prevén un declive lento. Pero incluso eso es lo suficientemente atemorizante, dados los beneficios que se perderían.

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Gran parte de los bienes del mundo se intercambian en dólares, ante lo cual la demanda de la moneda se ha mantenido fuerte incluso mientras Washington ha duplicado la deuda federal en una docena de años y hace otras cosas que normalmente harían huir a los inversores. Eso le ha permitido al gobierno estadounidense, a los consumidores y a las empresas pedir prestado a tasas anormalmente bajas, lo que ha ayudado a acelerar el crecimiento económico y elevar los estándares de vida.

El predominio del dólar también le permite a Estados Unidos presionar a otros países como Venezuela, Irán y Rusia al excluirlos de una moneda que necesitan para comprar y vender con otros.

Ahora ese «privilegio exorbitante», como lo llaman los economistas, está repentinamente en riesgo.

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La caída del dólar es extraña

«Las propiedades de refugio seguro del dólar están siendo erosionadas», hizo notar Deutsche Bank en una nota a sus clientes este mes, advirtiéndoles de una «crisis de confianza». Y un informe más cauto de Capital Economics añadió: «Ya no es una hipérbole decir que el estatus del dólar de moneda de reserva y su papel predominante más amplio están en cuestión, cuando menos hasta cierto punto».

Tradicionalmente, el dólar se fortalecería a medida que los aranceles hunden la demanda de productos extranjeros.

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Pero el dólar no sólo no se fortaleció esta vez, sino que cayó, desconcertando a los economistas y perjudicando a los consumidores. El billete verde perdió más del 5% frente al euro y la libra, y 6% ante el yen desde los primeros días de abril.

Según sabe cualquier viajero estadounidense en el extranjero, se puede comprar más con un dólar fuerte y menos con uno débil. Ahora el precio del vino francés y los productos electrónicos surcoreanos y una serie de otras importaciones podrían costar más no sólo debido a los aranceles, sino también a una moneda más débil.

Y cualquier pérdida de estatus de refugio seguro podría afectar a los consumidores estadounidenses de otra manera: tasas más altas para hipotecas y acuerdos de financiamiento de automóviles, ya que los prestamistas exigen más interés por el riesgo adicional.

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Problemas de deuda federal

Más preocupante es la posibilidad de tasas de interés más elevadas sobre la creciente deuda federal de Estados Unidos, que ya se encuentra en un riesgoso 120% de la producción económica anual del país.

«En la mayoría de los países con esa deuda en relación al PIB ello sería causa de una gran crisis, y la única razón por la que nos salimos con la nuestra es que el mundo necesita dólares para comerciar», dice Benn Steil, economista del Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de investigación sin fines de lucro. «En un momento dado, las personas van a examinar seriamente alternativas al dólar».

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Ya lo han hecho, con un poco de ayuda de un rival económico de Estados Unidos.

China ha estado estableciendo acuerdos de comercio con Brasil a pagar sólo en yuanes para productos agrícolas, con Rusia para petróleo y con Corea del Sur para otros bienes desde hace años. También ha estado otorgando préstamos en yuanes a bancos centrales desesperados por tener efectivo en Argentina, Pakistán y otros países, reemplazando al dólar como el financiador de emergencia de último recurso.

Las criptomonedas podrían ser otra posible alternativa a Estados Unidos en los próximos años, si es que su mercado crece.

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En su carta anual a los accionistas sobre el predominio del dólar, el presidente de BlackRock, Larry Fink, señaló: «Si los déficits siguen aumentando, Estados Unidos corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como Bitcoin».

No todo el mundo está convencido de que una gran razón por la que el dólar esté cayendo es la pérdida de fe en Estados Unidos.

Steve Ricchiuto, economista de Mizuho Financial, una empresa de servicios financieros, dice que la debilidad del dólar refleja la expectativa de que haya mayor inflación debido a los aranceles. Pero incluso si los inversionistas no se sienten tan cómodos teniendo dólares, observa, realmente no tienen muchas opciones. Ninguna otra moneda ni otro activo, como el yuan o el bitcoin o el oro, es lo suficientemente vasto para manejar toda la demanda.

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«Estados Unidos perderá la moneda de reserva cuando haya alguien ahí fuera para quitársela», señala Ricchiuto. «En la actualidad no hay una alternativa».

Política errática asusta a los inversores

Tal vez así sea, pero Trump está poniendo a prueba los límites.

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No son sólo los aranceles, sino la forma errática en que los ha implementado. La imprevisibilidad hace que Estados Unidos parezca menos estable, menos confiable y un lugar menos seguro para su dinero.

Hay también preguntas sobre su lógica para justificar esa política. Trump dice que los aranceles de Washington reducirán los déficits comerciales, los cuales alega son evidencia de que los países están «estafando» a Estados Unidos. Pero al calcular los aranceles, sólo tomó en cuenta los déficits comerciales en bienes, no en servicios, en los que los estadounidenses sobresalen. De cualquier manera, la mayoría de los economistas creen que los déficits comerciales no son un signo de debilidad nacional, porque no hacen nada para impedir el crecimiento económico y la prosperidad.

Trump también ha amenazado repetidas veces con socavar la independencia de la Reserva Federal, lo que ha incrementado los temores de que obligará a bajar las tasas de interés para impulsar la economía, incluso si al hacerlo se arriesga a azuzar una inflación descontrolada. Esa es una forma segura de hacer que la gente huya del dólar. Después de que el presidente de la Fed, Jerome Powell, dijera el miércoles que aguardaría para hacer cualquier movimiento de tasas, Trump lo criticó, diciendo: «¡La destitución de Powell debe ocurrir lo más pronto posible!».

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Los economistas que critican el anuncio de aranceles de Trump el 2 de abril recuerdan otro evento, la Guerra del Sinaí de 1956, que causó el desplome de la libra esterlina. El ataque militar a Egipto fue mal planificado y mal ejecutado, y puso al descubierto la incompetencia política británica, que hundió la confianza en el país. La libra cayó bruscamente, y la posición que había tenido durante siglos de ser la moneda predominante para el comercio y la reserva se desmoronó.

Eichengreen de Berkeley dice que el Día de la Liberación —el nombre que Trump le dio al 2 de abril— podría ser recordado como un punto de inflexión similar si el presidente no tiene cuidado.

“Este es el primer paso por una pendiente resbaladiza en la que se pierde la confianza internacional en el dólar estadounidense”, advirtió

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