Columnas
Le llegó la hora a Cuauhtémoc

Opinión de Raymundo Riva Palacio | Debate |
La suerte de Cuauhtémoc Blanco se hizo pública el 3 de enero, cuando en una gira en Xochitepec, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que para atender la seguridad no se necesita tener la mano dura, sino honestidad y justicia. Ocho días después, el gobierno de Morelos encabezado por Margarita González, interpuso las primeras cuatro denuncias penales por presuntos actos de corrupción durante la administración de Blanco. La declaración presidencial le dio el visto bueno a la gobernadora para actuar contra Blanco y su entorno, que durante seis años protegió el expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien en su afán para que Morelos pasara a manos de Morena, sacrificó a los morelenses.
Blanco fue el gobernador peor evaluado o uno de los que durante toda su administración estuvo al fondo de la tabla. Desinteresado de los asuntos públicos –llegó a la política mediante un pago se siete millones de pesos que le dio el partido Social Demócrata, según denuncias de la prensa morelense-, dejó el poder a su jefe de Oficina, José Manuel Sanz, investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera por lavado de dinero, y repartió la toma de decisiones con su medio hermano, Ulises Bravo. Las acusaciones de corrupción de su entorno, fueron congeladas por López Obrador, a quien tampoco le importó la putrefacción que se profundizó durante el reinado de Blanco.
La declaración de Sheinbaum en Xochitepec se refería a este tipo de primera acción para enfrentar la seguridad.
Morelos no era un estado donde la criminalidad estuviera atomizada, sino concentrada en el Cártel de los hermanos Beltrán Leyva, que cuando liquidado por la Marina su jefe Arturo Beltrán Leyva en diciembre de 2009 en Cuernavaca, se dividió y Los Rojos se quedaron con la plaza morelense y el corredor Amacuzac-Chilpancingo. Pero desde que asumió Blanco la gubernatura a fines de 2018, la degradación de los sistemas de seguridad y su incompetencia dispararon el fenómeno de la violencia. Desde entonces, la espiral de inseguridad se volvió incontenible, incrementándose los secuestros y las extorsiones. Durante su gobierno se amplió con la presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación, el grupo local Comando Tlahuica, que controlaba el sistema de agua potable y alcantarillado de Cuernavaca, Guerreros Unidos, la Familia Michoacana y más recientemente, el Cártel Unión Tepito.
Blanco entregó Morelos a González como la segunda entidad más violenta del país, con una tasa de homicidios dolosos, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de 6.3 homicidios por cada 100 mil habitantes entre enero y noviembre del año pasado. En ese periodo se intensificó la narcopolítica, que quedó develada en la primera semana de enero de 2022 cuando El Sol de Méxicopublicó una fotografía del gobernador con los líderes en Morelos del Cártel Jalisco Nueva Generación y el jefe del Comando Tlahuica.
Blanco intentó defenderse afirmando que “eran tan buena gente, que se tomaba fotos con todo el mundo”. La declaración no frenó la tormenta que le cayó encima, por lo que presentó días después una denuncia “contra quien resulte responsable”, de hacer campaña en su contra, identificando a los “narcopolíticos” a quienes había acusado de lanzarla cuando salió la fotografía, encabezados por el exgobernador Graco Ramírez y el ex comisionado de Seguridad, Alberto Capella. Los dos negaron las imputaciones y Capella abundó: hay nueve fotografías de Blanco con los mismos líderes, que se suponía eran enemigos a muerte. El gobernador elevó la apuesta y amplió la denuncia, incluyendo en las listas de vinculación con el narcotráfico a jueces, fiscales, policías estatales y municipales.
La narcopolítica en Morelos quedó expuesta en todo su esplendor y ventilada en la prensa. Eran suficientes elementos para una investigación federal, pero no sucedió nada. López Obrador tapó todo y blindó a Blanco con una diputación plurinominal y fuero.
El estado se encuentra en un hoyo negro del que quiere salir. Hoy se encuentra como la entidad 8 en número de homicidios dolosos, pero falta mucho por restablecer lo que fue hace mucho tiempo. El andamiaje de la narcopolítica permitió que hoy en día haya 18 alcaldes, de un total de 33, con presuntos vínculos al crimen organizado. Asimismo, se tienen identificados a varios diputados federales que también son cómplices de las organizaciones criminales.
Las investigaciones están en curso sobre alcaldes, legisladores y juzgadores, incluido el fiscal Ulises Carmona, pero la red tiene muchos nudos en la cadena de complicidades. No obstante, las acciones sugieren que se puso en marcha un laboratorio de prueba en Morelos en el tema de la seguridad, la delincuencia y la narcopolítica.
En contraste, hay otros gobernadores con denuncias públicas e informes del gobierno federal sobre su relación con cárteles de la droga, como Rubén Rocha Moya en Sinaloa, y más cuyos expedientes criminales tiene la presidenta, contra los que no se han anunciado acciones. Ni siquiera contra Rocha Moya, cuyo aparato de procuración y administración de justicia participó en el encubrimiento del exdiputado y ex rector de la Universidad de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén.
No se sabe hasta dónde va a llegar la investigación, ni cuál será el nivel donde tope. Pero el mensaje está claro: la impunidad total que recibieron políticos incondicionales de López Obrador se va a ir desmantelando. Blanco fue protegido por el expresidente hasta que se volvió insostenible por su pésima fama pública. Llegó a considerarlo como candidato al gobierno de la Ciudad de México, pensando en su momento que su popularidad le daría a Morena el triunfo, y al volverse inviable para un cargo de tan alto perfil, lo imaginó compitiendo por la alcaldía Cuauhtémoc. No le alcanzó al expresidente más que para el Congreso.
Si las investigaciones no se frenan, el microcosmos de narcoestado que es en lo que se ha convertido Morelos, se puede desmantelar. Es un horizonte promisorio, pero sobre todo necesario. Morelos fue una de las muchas entidades que pasaron a ser controladas por criminales en complicidad con sus gobernantes durante el gobierno de López Obrador, una terrible pesadilla que sigue viviendo el país como herencia, a cuyos habitantes dejó el expresidente como rehenes de los criminales.
rrivapalacio2024@gmail.com
X: @rivapa_oficial
Columnas
Yunes: el colmilludo que juega con todos

Opinión de Sofía García | El Heraldo de México |
Como era de esperarse, Miguel Ángel Yunes Márquez no se quedó quieto. Aunque se dice independiente —porque no le quedó otra— opera para varios, en privado, sin importar los colores, y es sabido que no son de fiar, por lo que Morena no puede confiarse. El senador veracruzano ha sostenido reuniones con panistas locales para asegurarles su respaldo en algunos municipios, mientras mantiene canales abiertos con el partido guinda. Tiene un pie en cada lado del río. Colmillo político, le llaman. O conveniencia descarada.
Pero ese juego doble no ha salido gratis. En Veracruz, el chapulineo ha hecho más ruido que las propuestas. En Xalapa, la oposición se desfondó antes de empezar: el PAN y PRI postularon candidatos que, según su propia militancia, no tienen con qué dar la pelea. Maribel Ramírez Topete, exdiputada de Movimiento Ciudadano, es reconocida como buen perfil, pero sin estructura. Y Silvio Lagos, ex diputado federal y notario, arrastra el lastre de su pasado con sus cercanos Fidel Herrera y Javier Duarte.
En el puerto, Morena apuesta a quitarle el bastión al PAN. Pero el apoyo tácito de Yunes a la 4T fracturó al panismo, abrió grietas internas y dejó a muchos sin brújula. En medio del reacomodo, quien más fuerza ha ganado es la propia gobernadora Rocío Nahle. Tras celebrar el fracaso de Yunes de sumarse oficialmente a Morena, Nahle ha movido sus fichas y colocado a perfiles cercanos en plazas clave. En Boca del Río, impuso a Bertha Ahued, quien además del respaldo del aparato estatal, carga con el apellido de Ricardo Ahued Bardahuil, actual secretario de Gobierno.
El PAN todavía podría retener Boca del Río, pero ya no será un paseo. Morena empieza a hacerles ruido, en un municipio donde antes ni pintaban.
Y mientras la lucha local se tensa, a nivel federal Rocío Nahle enfrenta otro frente: el desastre de Dos Bocas. La refinería estrella del sexenio pasado sigue sin refinar. Tres años después de su “inauguración”, apenas alcanza 48 mil barriles diarios, lejos de los 340 mil prometidos. Y para llegar a esa meta, aún necesita una inversión extra de mil millones de dólares para infraestructura que, en su momento, nadie contempló.
Incluso la presidenta Claudia Sheinbaum pidió, desde finales del año pasado, auditar, acelerar pagos a proveedores y frenar el despilfarro. La obra, que debía costar 8 mil millones de dólares, ya supera los 20 mil millones. Y el costo político apenas comienza.
FISCALÍA DE SLP AMENAZA A MADRES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA VICARIA
En San Luis Potosí, la Fiscalía no solo ha sido omisa frente a casos de violencia vicaria, también ha amenazado e intimidado a las madres que buscan justicia. Sí, a quienes tienen la custodia legal de sus hijos y que aun así han tenido que salir a las calles porque sus hijos fueron sustraídos por sus exparejas.
Mujeres marcharon en la capital potosina
para exigir el regreso de sus hijos, quienes fueron arrebatados sin que la autoridad actúe. La respuesta de la
Fiscalía General del Estado de SLP,
de acuerdo con las víctimas, ha sido con
evasivas legales y, lo más grave, amenazas.
Uno de los casos más recientes es el de
Ian Yael Escobedo Juárez,
de diez años, sustraído por su padre el 21 de marzo. Su madre,
Daniela Martínez
, permitió que conviviera con él. No volvió a saber nada de él. La Fiscalía emitió una ficha de búsqueda, sí, pero ha sido incapaz de recuperarlo. Otro, es el caso de
Alanna Sofía Ortiz Guerrero
, de cinco años, quien también fue sustraída el 12 de febrero. La madre y la abuela saben dónde está, lo han denunciado. En plena protesta, con presencia de colectivas y medios, funcionarios de la
FGJESLP ofrecieron diálogo a puerta cerrada
, desde adentro se menciona que la fiscal
María Manuela García Cázares
minimiza porque tiene otras prioridades. “Es un problema familiar”, dijo ante la prensa. No. No es un asunto privado.
Es un delito. Tal vez la fiscal no lo sepa.
Nos vemos a las 8 por el 8 POR SOFÍA GARCÍA
COLABORADORA
@SofiGarciaMX
Columnas
La impunidad mexicana

Opinión de Gustavo Rentería | El Heraldo de México |
La corrupción es un mal que aqueja a prácticamente todas las naciones. El manejo de multimillonarios recursos públicos le ofrece fácilmente a los encumbrados en el poder a quedarse con porcentajes de todo ese dinero utilizado. No estamos diciendo que esté bien, pero la mayoría de los que buscan altas posiciones, no es para trabajar por los demás, no nos chupemos el dedo a estas alturas. Claro, hay honrosas excepciones en todo el orbe.
El verdadero problema es la maldita impunidad. Es decir, quien la hace, aquí no la paga. Un buen ejemplo es el caso Odebrecht. Latinoamérica reaccionó rápidamente y México sigue navegando en la impunidad. Esta región del planeta investigó y castigó; pero aquí, se protegió y nadie pagó los platos rotos.
Luiz Inácio Lula da Silva (presidente de Brasil) fue condenado en 2017 por recibir dinero en efectivo de funcionarios de la empresa. Se habla de 4 millones de dólares. Su condena fue anulada, pero tuvo que regresar el dinero.
Alejandro Toledo (presidente de Perú) fue condenado, en 2024, a 20 años de prisión por recibir 35 millones de dólares. A cambio, dio concesiones para construir y operar carreteras.
Pedro Pablo Kuczynski (presidente de Perú) vive en arresto domiciliario -por su edad- por lavado de activos para la empresa brasileña.
Alan García (presidente de Perú) ya fallecido, también recibió sobornos para que Odebrecht construyera el metro de Lima. Se suicidó en abril de 2019, cuando la policía llegó a detenerlo.
Keiko Fujimori (candidata presidencial de Perú) lavó activos y vive en prisión preventiva por recibir 1.2 millones de dólares de la empresa.
Jorge Glas (vicepresidente de Ecuador)
fue condenado en 2017 a seis años de prisión. Fue liberado en 2022.
Juan Manuel Santos (presidente de Colombia)
fue acusado por recibir sobornos de la empresa; fue absuelto por falta de pruebas, pero todos los señalan como culpable.
Ricardo Martinelli (presidente de Panamá)
lavó activos por 6 millones de dólares, a cambio de ofrecer a Odebrecht el metro de la ciudad.
Mauricio Funes (presidente de El Salvador)
huyó a Nicaragua acusado de enriquecimiento ilícito gracias a la empresa.
Otto Pérez Molina (presidente de Guatemala)
financió su campaña con 32 millones que llegaron en un avión desde São Paulo. Y
Ollanta Humala (presidente de Perú)
fue condenado ayer a 15 años de prisión, junto con su esposa, por recibir 3 millones de dólares para financiar su campaña. Aquí en nuestro país,
Emilio Lozoya es el único menso señalado. No quiere abrir la boca.
¿Ya está claro que en México impera la impunidad?
COLOFÓN:
*Fui testigo del
Zócalo Ciudadano
#24. La Jefa de Gobierno,
Clara Brugada
, el Secretario de Gobierno,
César Cravioto
, y prácticamente todo el Gabinete,
atienden directamente a quien se acerque.
*Hasta el domingo 27 en la CDMX hay un
gran despliegue de seguridad con motivo de la Semana Santa.
*Casi
15 mil elementos, con 268 vehículos, 40 motos, cinco grúas, 22 ambulancias, y un helicóptero
protegiendo a los turistas. POR GUSTAVO RENTERÍA
COLABORADOR
GUSTAVO@GUSARTELECOM.COM.MX X: @GUSTAVORENTERIA
Columnas
La amenaza armada

Opinión de Mauricio Merino | El Universal |
Me gustaría escribir que no existe la más mínima posibilidad de que el gobierno de los Estados Unidos tenga una incursión militar en México, pero no sería verdad. De hecho, ha sucedido varias veces. No me refiero a la guerra y la invasión de 1846 que terminó, un tristísimo 2 de febrero de 1848, con la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano; ni a la llamada “expedición punitiva” organizada para castigar la incursión de Pancho Villa a Columbus, Nuevo México, en 1916.
No. Hablo de intervenciones mucho más recientes, como la del secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada, que desató la guerra entre bandas enfrentadas que ha bañado de sangre y de zozobra a Sinaloa. No hace mucho, supimos de la operación llamada “rápido y furioso” que distribuyó armas entre organizaciones criminales para rastrear sus usos y destinos y acabó perdiéndoles el rastro y expandiendo la violencia en territorio mexicano. Hoy sabemos que hay drones militares volando sobre México, pero no sabemos para qué ni tampoco qué secuelas vendrán tras ellos.
Los Estados Unidos siempre han tenido un doble rasero moral para juzgar lo que toleran en su territorio y lo que hacen fuera de él. De hecho, ha sido la única democracia del mundo que ha combatido a otros regímenes igualmente democráticos para hacer prevalecer sus intereses. Ahora que estamos recordando a Eduardo Galeano a diez años de su muerte, bastaría volver a leer Las Venas Abiertas de América Latina para constatar que esas intervenciones americanas (¿antiamericanas?) han sucedido una y otra vez a lo largo de nuestro continente. La democracia más poderosa del planeta ha preferido convivir con dictaduras más o menos sometidas que negociar con otras democracias consolidadas.
Por otra parte, el presidente Donald Trump ha mostrado que es un ludópata del poder y la política. Su afición por los casinos es una metáfora de su forma de entender el mundo: para él, todo es un juego que gana quien apuesta con más fuerza y convicción porque sabe esgrimir sus “leverage” (su influencia, sus palancas, su poder). Hasta ahora, sus fichas se han ceñido al tablero de los aranceles. Pero ya anticipó hasta dónde estaría dispuesto a llegar al designar a seis cárteles mexicanos como organizaciones terroristas internacionales y revelar, con desparpajo, que la Casa Blanca no ha descartado ninguna opción para enfrentar a esas organizaciones a quienes se culpa del tráfico de fentanilo.
Si el presidente Trump decidiera intervenir con armas para detener a algunos capos de los cárteles o para destruir laboratorios, casas de seguridad o campos de adiestramiento en territorio mexicano, pondría al gobierno de Claudia Sheinbaum entre la espada y la pared y nos llevaría, como país y como región, a una situación apenas comparable con las que vivimos en el Siglo XIX. La tecnología de esa intervención violenta sería distinta, pero la motivación y la reacción serían las mismas. En materia de poder, casi nada ha cambiado.
De ahí que, aunque una decisión de esa magnitud fuese aplaudida por la mayoría en los Estados Unidos, no tengo ninguna duda de que en México sería reprobada de manera casi unánime. De suceder, renacería el nacionalismo de bandera, tequila y canto; y los cárteles, cuya fama pública se ha ido arraigando tanto como sus redes y tentáculos (véase nomás el éxito de los corridos tumbados), podrían acabar convertidos en héroes patrios para el imaginario popular. Y si Trump quisiera insistir en que esa intervención habría respondido a la complicidad entre el gobierno mexicano y las organizaciones criminales, las consecuencias serían funestas.
No es imposible que eso suceda ni que los esfuerzos diplomáticos de México para lidiar con el ludópata sean traicionados. Pero en ese juego, todos acabaríamos perdiendo.
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Las Candidaturas: Voluntad política